Me encuentro aquí sentada frente al espejo. Observo fijamente mi mirada y muy en el fondo me doy cuenta que aún existe un poco de inocencia en mi. Esa inocencia que vos viste pero no supiste entender.
Bajo la mirada y llego a mis labios, labios que besaron los tuyos. Labios que sintieron tus besos, besos que sabían a obligación, pero no obligación mía sino tuya.
Levanto los brazos y observo mis manos. Las palmas de mis manos no dejan de decir que extrañan tu piel.
Mi cuerpo necesita del tuyo, el calor de tu cuerpo, cuerpo que te extraña cada vez que estas conmigo pues es cuando más distante te encuentro.
Devuelvo la vista a mis ojos y veo lágrimas en ellos. Lágrimas de coraje por no decirte todo lo que debo decir.
¡Que no sabes leer, mierda! No supiste leer mi mirada cada vez que demostraban tristeza. No supiste leer mis labios cada vez que te besaban. No supiste leer mis abrazos, mis caricias y mis gestos.
Definitivamente, no sabes leer lo que mi hipotálamo te quiere dar a entender. No sabes leer y hasta ahora me entero.
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