lunes, 20 de septiembre de 2010

Desde mi seso V

Una mirada a través del vidrio de un florero azul le hizo recordar. Nunca fue utilizado pero siempre le colocaba agua, miraba a través de ellos (agua y vidrio) y se ponía a imaginar flores desfilando por él, flores de distintos colores, tamaños y olores.

Hacia tiempo había dejado de esperar eso que le hacia falta. Escribía para desahogar, lloraba para lograr dormir, hablaba y escuchaba pero no lo que quería, fumaba aun sabiendo que no debía.

Recorría su memoria, mensajes que no podía borrar y que cada noche leía muy detenidamente… mas de dos años guardados en una pequeña caja azul. Abría la gaveta y dentro de ella una pequeña fotografía, una mujer… una mujer con una gran sonrisa y ojos claros. Esa fotografía que le dibujaba una sonrisa cada vez que la veía mientras su corazón se aceleraba y sin sentirlo, lagrimas empezaban a recorrer sus mejillas.

Entonces se preguntaba como era posible sentir amor de dos maneras distintas, de dos maneras tan intensas. Y mientras proseguía con su habitual rutina nocturna, sonaba el reproductor de música… seguía la tonada, con los pies, de una canción de Joaquín Sabina, algo de lo que sus dos amores disfrutan, el nombre de un tercero que llegaría cuando la vida se lo permitiera.

Caminaba alrededor de la habitación con los ojos cerrados mientras imaginaba que era alguien más que tocaba la canción, con una guitarra azul, como la que siempre le gusto (justo como la del video de Wonderwall de Oasis).

Tropezó con algo que le regreso a la realidad, un murciélago de peluche tirado en el suelo. Sonó el teléfono y una voz hermosa se escuchaba al otro lado, hizo mucho para no llorar y no mostrar su debilidad al escuchar su voz entrecortada y cansada… pero hermosa. Pasaron unos minutos y la conversación termino con un “Te amo”. Esas conversaciones eran como un renacer.

Mientras la noche seguía su curso, el cansancio se iba haciendo más grande. Una lluvia fuerte empezó a caer, ya en su cama, recordó el momento en que estuvieron por primera vez juntos, esas caricias tímidas, el cuerpo que temblaba pero no por miedo, era todo lo contrario… el te amo que salio de sus bocas. Y mientras se iba quedando dormida pensaba en sus dos amores y las flores que no habían logrado estrenar su florero.

Pero, hasta que no vuelva a verlos, se vera acompañada por el florero, un cigarro, la música y un par de recuerdos

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