viernes, 13 de febrero de 2009

Ultimo Día de Soledad


6:30 a.m. y la alarma, con una emisora radial, suena. Soledad despierta y escucha a lo lejos unos gritos "No me jodas más Joaquín!"; le sube volumen al radio, suena una canción de Fito Páez y piensa "Claro que si fuimos hechos para fingir", Páez no había sido de lo que más escuchaba hasta hace poco, cuando en esas noches de vacío total era el único que la llenaba. Acaba la canción y ve el reloj, 6:33, no había pasado mas de 3 minutos despierta y ya deseaba poder salir y fumarse un cigarro. Se sienta en la orilla de la cama y le platica a la nada "No se si bañarme o desayunar primero?", la nada le responde con el ya tan acostumbrado silencio y Soledad siguiéndole el juego hace un chasquido con los dedos "Eso es".

Mientras va bajando las escaleras los gritos y alegatas se hacen más fuertes "Anoche te lo advertí Joaquín, ya no quiero más amigas tuyas en la casa, un día de estos una de esas putitas te va a salir con su domingo 7..."; Soledad se ríe silenciosa, su hermano aprovechaba y llevaba a sus amigas a casa cuando su madre trabajaba el turno de la noche en el hospital. Llega a la cocina y los gritos se apagan, "A qué hora has entrado anoche Soledad?" dice Rocío, su madre; Soledad, callada como siempre, abre el refrigerador y observa... no hay nada, le da un beso a su madre y le dice "Se me apetece decirte que te quiero". Rocío la ve y le hace una cara de desprecio "Estas loca o de nuevo estas en drogas?".


Sube a su habitación, se acuesta de nuevo en la cama y los pensamientos absurdos la atacan. En eso, de la nada se levanta, corre hacia la regadera, se moja el cabello y agarra una tijera. 40 minutos después Soledad sigue hipnotizada frente al espejo, no lo podía creer, de nuevo no había sido capaz de tocarse el cabello y cortárselo. Se olvida de su intento fallido por cambiar su aspecto; toma un baño y decide ponerse esa playera de Jim Morrison que jamás había querido usar. El reloj marca las 9:30 de la mañana, faltaban 4 horas para ir a la universidad, decide entonces leer y quizá luego tomar una siesta, y así lo hace pero como siempre, se le pasa el tiempo y es muy tarde, ya eran más de las 3 de la tarde "Ya para qué, mejor me quedo".


Enciende un cigarro y busca en la computadora algo de música para que la acompañe. Se sienta en una esquina cerca de la ventana pues no quería que el humo inundara su pequeña habitación. Recordó lo sucedido la noche anterior "Por qué? Por qué decir que me amabas si no era lo que esperabas? Por qué?". Una lágrima rueda por su mejilla, busca entre sus gavetas esa foto, esa foto que se habían tomado hace ya casi un año cuando todo empezó entre ellos. La encuentra, la contempla, llora como nunca y le grita "TE ODIO!", ella no sabia odiar pero en ese momento creyó que eso era lo que sentía. Se seca las lágrimas y rompe la foto; aun con sollozos, Soledad trata de hacerse la fuerte "Cuando mas te necesitaba", le dice a los pequeños fragmentos de foto tirados en el suelo.

Enciende otro cigarro y la noche empieza a aparecer, noche de luna llena, algo que Soledad esperaba cada mes pues le agradaba cuando la luna era capaz de iluminar la noche. La luna había sido su única compañera, su única aliada, su única fiel amiga.


Sube a la terraza de su casa con un cigarro en la mano y una navaja en la otra. Apaga el cigarro y se acerca la navaja a la muñeca, sabia como hacerlo pero duda "Debería probar si es cierto lo del monóxido de carbono", espera un momento, lo vuelve a pensar pero no, se acerca la navaja de nuevo a la muñeca y corta, lo hace con la otra muñeca... ambas muñecas se llenan de un rojo intenso y no para de brotar sangre, a Soledad le encantaba su color; se acuesta y enciende otro cigarro. Le empieza a platicar a la luna, ella no responde pero Soledad aun así le habla "Que bueno que estés acá. Al final no soy Soledad del todo", se ríe de una manera incontrolable por tremenda estupidez dicha, de repente un silencio total la inunda, el cigarro cae al suelo y el viento de esa noche lo consume poco a poco.

Soledad da un suspiro "Claro, fuimos hechos para morir", cierra los ojos, cae en un profundo sueño y nunca más vuelve a despertar.


No más 6:30 a.m., no más gritos, no más lágrimas, no más... ya no más soledad.

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