sábado, 12 de septiembre de 2009

Sin motivo (Ana)


Parada en las escaleras de su casa, Ana observó el cuadro patético que había gradas abajo, y lo único que quería era salir corriendo del lugar. Ella no eligió eso, la necesidad lo hizo. De muchas maneras había buscado la forma de no involucrarse, pensó haber encontrado una pero simplemente fue una más que llego y se esfumo mas rápido de lo que creyó. Varias noches se preguntó qué había ocurrido, qué había hecho mal… por qué tuvo que terminar todo; varias noches había llorado tratando de desahogar su tristeza, sus dudas, su miedo a estar sola de nuevo.

Intentó culpar a otros de su dolor, pero ella sabia muy bien que todo pasó porque ella lo permitió. Intentó superar el dolor, pero era imposible, todo lo que veía la hacia recordar, todo lo que decía la hacia recordar, todo lo que escuchaba, todo la hacia recordar.

Si fue la necesidad entonces, ¿por qué no haberlo pensado mejor? No era el único lugar para estar, no eran las únicas personas con quien podía compartir… pero eso no le respondía el por qué. Bajó un escalón más y se quedó parada, quería gritarles que se callaran pero tampoco quería formar parte de ese conjunto de voces desafinadas y alteradas.

No logro soportar tanta producción de bilis ajena y simplemente salio de casa y camino sin rumbo. Era de noche, se veía una inmensa nube por el sur pero a la vez habían estrellas que la acompañaron en su recorrido por la ciudad. Saco un cigarro, lo fumó y lloro. A lo lejos observo a una pareja besándose muy apasionadamente, la envidia la invadió e imagino que era ella la que recibía esa muestra de afecto. Su imaginación voladora se vio interrumpida por una anciana que se acerco a ella: “Demasiada tristeza para una niña tan bonita como usted”, la anciana le regalo una sonrisa y siguió su camino. Ana se sentó y siguió observando a la pareja, sentía como un calor recorría su cuerpo, como si la sangre le hirviera pero dolía… sentía como si la sangre le brotara por todos lados, como si la piel se le quemara y toda ella se derritiera. Lloro de nuevo, no podía creer que el afecto que ella algún día sintió por alguien se terminará y se convirtiera en una mezcla de coraje y resentimiento.

Siguió su camino y mientras daba paso, dejaba tirada toda esperanza de verse sonreír mientras fumaba su ultimo cigarro del día, o mejor dicho, noche. Sin ningún motivo para sentirse mejor, regreso a casa a seguir viviendo su realidad. Se sentó en su ventana y, de nuevo, se cuestionó el por qué de lo que le tocó y no le tocó vivir, de lo que le tocó y no le tocó sentir.

No hay comentarios: